Monday, July 31, 2006

FEDRA de Jean Racine

JEAN RACINE

Nace el 22 de diciembre de 1639 en La Ferté-Milon, Francia. A pesar de haber estudiado Teología, prefirió dedicarse devotamente al Teatro y se muda a París a la edad de 18 años. Allí escribió sus primeras tragedias, “La Tebaida” (1644, producida por Moliere) ,“Alejandro” (1665) y “Andrómaca” (1667), todas de temas clásicos griegos. Su obra maestra, “Fedra” (1677), fue tan popular que el rol principal se convirtió en prueba de resistencia de todas las actrices trágicas francesas. Para ese tiempo, Racine se había convertido en el primer autor francés que vivía de las ganancias de sus obras, entre las cuales cabe destacar “Los litigantes” (1668, su única comedia), “Britannicus” (1669), “Ifigenia en Aulide” (1674), “Berenice” (1670), “Bajazet” (1672) y “Mitrídates” (1673). Muere el 21 de abril de 1699 en París.

…Los mitos ya son sólo escudo o coartada para Fedra. Los usa para invitar a todos a apiadarse de ella. El genio de Racine, que la adorna con todas las seducciones de la desdicha, hace que lo consiga. La poesía, la música de los versos, la nobleza de la expresión nos conducen a compadecerla y a temblar por ella. Sin embargo, se las arregla a las mil maravillas con esas debilidades. No trata de librarse de su infortunio. Y los dioses, a quienes transfiere la responsabilidad de su destino, si verdaderamente han querido perderla, no ha tenido que darse demasiado trabajo…Sospecho, que la firmeza esencial de Fedra es más bien una conquista, una recompensa, que una predestinación o una fatalidad. Cada mínima decisión la conforta o la rebaja. Fedra, o la dimisión, el íntimo desfallecimiento repetido que, insensiblemente, ha dejado de ser debilidad para transformarse en fuerza irresistible. En ese sentido, Fedra puede considerarse la tragedia por excelencia. La víctima, que también es la heroína, no lo ignora: ella misma, en un breve instante de veracidad, habla de su “cobarde complacencia”. Las acusaciones que prodiga en el curso de todo el drama no llegan a convencerla, si bien el arte del dramaturgo persuade a través de ella a lectores y espectadores. Sólo ella sabe que su desgracia ha sido inevitable únicamente a causa de ella y que no hay segundo en que no lo haya hipócritamente elegido.

ROGER CALLOIS de la Academia Francesa – Traducción de Victoria Ocampo.

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